Juan Pablo II definió el Rosario como la Escuela de María. Dijo en Madrid en el año 2003:
«El Rosario, en efecto, en su sencillez y profundidad, es un verdadero compendio del Evangelio y conduce al corazón mismo del mensaje cristiano: “Tanto amó Dios al mundo que dió a su Hijo único, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).
María, además de ser la Madre cercana, discreta y comprensiva, es la mejor Maestra para llegar al conocimiento de la verdad a través de la contemplación.»